Solo pudo pensar en ese momento que una sonrisa así seguramente debía ser prohibida para cualquiera, pero era para ella. La sonrisa de lado, los ojos cafés y el cabello negro ligeramente despeinado dejaban ver al hombre que solo ella lograba sacar, durante la noche pasaban las horas entre charlas, vino y sexo, o al menos eso era lo que se repetía en voz alta para no darle demasiada importancia, mientras el en secreto lo llamaba hacer el amor.
El se negaba a creer que en tan poco tiempo esa mujer que lo había encontrado entre tanta gente y el bullicio del trafico no solo perteneciera a su vida, si no que la consideraba parte de el mismo, aunque ella le negaba la oportunidad de pertenecerse uno al otro, el aprovechaba cada contacto con su piel y cada gemido de satisfacción para apropiarse de partes de ella que nadie mas tendría o al menos era lo que esperaba.
Por las mañanas, antes de que el sol se asomara por completo en las calles de la ciudad, incluso antes de que las ventanas del pequeño departamento se tiñeran de ese delicado color naranja que anuncia el amanecer, ella simplemente desaparecía y hasta nuevo aviso el tendría el privilegio de tenerla de nuevo consigo, en su cama y mejor aun, impregnada en cada uno de sus sentidos, sentidos de los que ella se adueñaba desde el instante en que se acercaba a el con ese caminar felino que la caracterizaba y envuelta en el espectacular vestido rojo que el amaba puesto en ella, vestido que era el constante cómplice de sus encuentros, nada cambiaba en sus reuniones clandestinas, mismas horas, mismo lugar, mismo vestido, solo las notas de pasión aumentaban encuentro con encuentro envolviendolos en un frenesí de locura, soltura y delicadeza disfrazada de arrebato que los unía por completo.
Esa noche habían gritado como nunca, el durante el clímax de su encuentro grito sin miedo que la amaba, y ella simplemente había continuado con su trabajo restando importancia al momento y concentrandose en el placer que el ocasionaba en ella, pero al terminar, una escurridiza lagrima resbalaba por su mejilla haciendole entender que no le había restado suficiente importancia a un par insignificantes de palabras y así simplemente continuo con la rutina, antes de la llegada del alba ella se marcho del pequeño departamento, pero algo era diferente esta vez, ella jamas volvería a estar en el.